Hace días que vengo rumiando la necesidad de vomitar un cierto malestar que me recorre el cuerpo. Lo fui dejando, no tenía el ánimo para hurgar más en la herida, no me gusta por demás utilizar ese adjetivo que encabeza mis líneas de hoy, pero en este momento no resisto más. Necesito gritarlo: hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta, hijos de la gran puta. Así hasta que se me acabe la saliva. La gota que ha derramado el vaso ha sido el vínculo que me ha mandado el amigo Santiago Pino sobre los asesinatos de mineros a manos de la policía.
Me pregunto ¿es esta la cruda, dramática, terrible realidad que se esconde sin más en todo lo que padecemos desde hace años, eso que llaman crisis y bajo cuyo palio están los hijoputas de siempre, hijoputas con nombre y apellidos, imbéciles de solemnidad que no saben qué hacer con sus vidas y se dedican a amasar dinero y a masacrar a la población; políticos de mierda, toda esa banda de gilipollas que nos gobiernan, y a los que se les trae floja que la Gomera se calcine o que, imbéciles, quieran encarcelar a Gordillo o Cañamero (por trescientos o cuatrocientos euros de comida destinada a gente que lo necesita), mientras su excelencia (mierda todo él), Urdangarín, sustrae millones al erario público y ahí lo tenéis sabéis; políticos de mierda, aprovechaos, lameculos del becerro de oro.
Creo que no estoy en condiciones para hacer un post sosegado. Sólo querría indicar dónde nació mi indignación de días atrás. Primero fue esa aplicación que han fabricado los responsables de los ferrocarriles catalanes para que los viajeros denuncien a los mendigos que viajan en sus trenes. Para qué razonar lo que todo el mundo sabe, eso: hijoputas, es es lo único que son. Mierda pura. Tanta gente hay en este país que merece este apelativo. Crean la debacle, arruinan el país, generan con sus actos que un cuarto de la población se quede sin trabajo y, a continuación, ¡cabrones!, se dedican a sellar los contenedores para que la gente que pasa hambre no meta la mano allí; cosa mal vista, se entiende. Los mendigos tampoco, ¡¡¡¡¡¡¡hagamos jabón con ellos!!!!!!, gritan sus actos, todos a los hornos, como en Auschwitz.
El pasado miércoles cojo el metro en Atocha, en la siguiente estación se sube un hombre mayor con su hija. Saca una mesita plegable, coloca su piano de sobremesa y dirige unas palabras de disculpa a los viajeros. Empieza la música. Les miro, su macuto está raído, se cae por todos los lados, sus ropas no están peor, la hija tiene una mirada de pena, está frente al padre mirando hacia la puerta. El metro entra en la estación de Tirso de Molina; cuando el tren está empezando a frenar la hija le hace una seña con los ojos al padre. Éste recoge precipitadamente el piano, sus cosas y ambos salen disparados nada más abrirse las puertas. ?. Había sacado algo de dinero para ellos y me quedo con las monedas en la mano cuando se las voy a tender. Miro hacia fuera. Entiendo, allá está los de seguridad esperando. En la parada anterior se han puesto en comunicación con ellos por teléfono y allí estaban esperando en el sitio exacto a que el tren llegara para expulsar a los músicos ambulantes: ¡cabrones, hijos de puta! Eso, una sociedad pulida y pulcra por fuera, con hambrientos y gentes que lo está pasando realmente mal, pero que no se vea: que se mueran todos, ¡leche!
Me da vergüenza pertenecer a una sociedad que hace estas cosas. Vergüenza, vergüenza, una horrible pena, una tremenda indignación. Y no os olvidéis, por favor, de esa panda de cretinos que constituyen nuestra Santa Madre Iglesia Católica y Romana, la iglesia de los pobres, ¿no lo sabían?, sí, la iglesia de los pobres, ¿no ven cómo salen corriendo en defensa de ellos, cómo se parten el alma para aliviar los estragos de la crisis en la gente más desfavorecida. como corren a defender a los mendigos, a aliviarles. Igualito que Cristo... panda de canallas que no abren la boca ante tantas flagrantes injusticias; la mafia vaticana (leed a Juan José Millás en su entrada de hoy en el país, merece la pena. http://cultura.elpais.com/cultura/2012/08/16/actualidad/1345142218_410775.html), los roucos, toda esa santísima podredumbre que jamás leyó el Evangelio, que miente, que trafica con los sentimientos de la gente.
Y Sudáfrica... Tantas cosas que se hicieron mal en aquel gran momento de euforia que fue la caída del apartheid, cuando la mayor parte de los recursos del país siguieron quedando en manos de los blancos. Y que la noticias de hoy nos hacen ver con tanta claridad. Eso, los hijos de la gran puta siguen ahí, con o sin apartheid, son la peste de la Tierra. Lo mismo destruyen un país, Irak para lucrarse, que asesinan a obreros en huelga, que... sí, todos hijos de la gran puta. Hay que seguir en la brecha, nada de rendirse, es necesario cambiar este mundo de miseria en el que los hijos de la gran puta no hace otra cosa que seguir ostentando privilegios y, en el caso de hoy el derecho de asesinar.
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