SPI Sensaciones

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Como anoche me acosté tarde, muy tarde entretenido con mi último post, hoy también muy tarde permanezco en la cama; uno treinta para mí solo mirando absorto la mañana entrando por todas las ventanas de la cabaña. Entonces ella llega recién salida de la piscina y se sienta al borde de la cama, y habla, habla largo, habla del SPI de Mario (síndrome de las piernas inquietas, una enfermedad que con excesiva frecuencia le impide dormir); anoche él llamó y hablaron hasta las cuatro de la mañana, no podía dormir. Y yo escucho y siento nacer en mí un mundo de sensaciones diferentes, y me parecen ridículas muchas de las preocupaciones alrededor de las cuales gira una parte importante de nuestras vidas, y me parece que nunca dedicamos tiempo suficiente a explorar nuestras sensaciones, nuestros sentimientos más reiterativos, y me parece que nos perdemos por los Cerros de Úbeda, y siento que mi cuerpo es complejo, que mi cerebro es complejo, que estamos al principio del mundo y de la vida y que hay tanto que explorar, que escucharnos… como si encontrándonos en el principio de los tiempos estuviéramos por descubrir los continentes, los mares, las selvas, los desiertos, el átomo, la capacidad cognitiva que hará posible penetrar la realidad y objetivarla. Eso es lo que siento mientras escucho las palabras de ella, el relato de las grandes noches de insomnio de él, de sus tácticas para tener a raya al SPI, del análisis pormenorizado de sus reacciones psicofísicas ante los fármacos. Y mientras, la mañana está ahí, y yo bajo la manta, y ella sentada, y ella y yo somos dos seres humanos, y los pájaros son seres humanos, y Curri, nuestro perro, con la cabeza sobre las patas pensando en las musarañas, es un ser humano; humano, tremendamente humano, no necesariamente racional, humano; y mientras el mundo gira y el universo se expande sin límites, infinitamente y la tierra da vueltas sobre sí misma y a ratos es de día y a ratos de noche, y medio universo hace el amor y desea profundamente penetrar hasta el infinito en el otro, hasta el infinito de sí mismo; y mientras, otro medio mundo simplemente fornica, y otro corre tras las preocupaciones diarias del trabajo, de la familia, de la economía doméstica; y hay quien sufre porque se enamoró inútilmente, y quien vive el dolor en la sala de urgencias del hospital, y quien estando en trances de morir no quiere morir, y hay quien abre las piernas y empuja con todas sus fuerzas, toda su alma para expulsar a la vida un nuevo ser. Y eso y más cosas pasan sobre mí y sobre el relato del insomnio de mi hijo, y no me digo nada, permanezco en silencio, experimento la compleja sensación de un todo manifestado en los pormenores del relato, en la memoria de la vida de él, de la nuestra. Y pienso que nos llevará décadas comprender a quien amamos, a nuestros hijos, a nuestra esposa, a nuestra amante; que nos llevará todavía más tiempo comprendernos a nosotros mismos. Y junto a ello siento mi cuerpo desnudo, también él sujeto paciente y activo de un complejo mundo de sensaciones; y a la vez siento cuán lejos estamos a menudo de nosotros mismos y de nuestros propios intereses, y recuerdo a X, a Y, a Z todavía más lejos de sí; no, algunas veces no, no siempre, a todos nos sucede lo mismo. Y en esta mañana de pájaros, además de escucharla a ella, de recorrer las circunstancias del SPI, las preocupaciones de él, observo mis sensaciones; las observo, las miro con intensidad, dejo que se alejen, que la distancia les dé perspectiva; y así al rato dentro de mí se incorporan casi inaudible las notas de algo diferente. Y entonces le pido a ella que abandone su posición al borde de la cama, y ella se acerca, y a continuación cierta melodía va tomando consistencia, despertando poco a poco en el alma dormida de mis células más remotas; y empieza otro ritmo, otras sensaciones se imponen a las primeras, alguna imagen grabada en el ADN, en algún lugar de un incomprensible e infinito anhelo, impresa en el cerebro a cal y canto, suscita el deseo del navegante, del viajero, del caminante, del amante, de las gentes del desierto por el filo elegante de las dunas, y entonces hay un largo, demorado, apasionante viaje; viaje iniciático siempre, navegación de pionero por la superficie rizada del mar, íntima comunicación.
Y más tarde el mundo sigue dando vueltas, y pienso en eso con que terminaban mis líneas de anoche y en lo del candil y en lo de dar respuesta adecuada al problema de vivir, y se me ocurre como tantas veces que parte de esa respuesta adecuada podría estar en vivir en un convento, sirviendo en una ONG en el África Subsaharina, en… qué se yo, en vivir sobre un globo aerostático; pero también pienso que para el caso sería lo mismo; al final sería como manifestaba Montaigne cuando especulaba sobre la posibilidad de un súbito enriquecimiento en alguien; en definitiva lo único que sucedería es que cambiaríamos de problemas, sólo eso. El que vive en soledad vive inserto en una problemática, pero quizás fuera todavía más problemática la existencia de Salomón en medio de su numerosísimo harén.
Pero tampoco es necesario marcharse tan lejos, ni hacer especulaciones, ni plantear qué es mejor o qué peor… esa inveterada disposición de querer sacar conclusiones a todo… acaso sólo tengo que esperar, mirar, escuchar, tratar de comprender mejor a Mario, a ellas, a los pájaros; pero sobre todo escuchar, ser todo oídos, pacpac pacpac, pacpac, mi corazón late, estoy vivo; pacpac, pacpac, ahora es el tuyo el que escucho; pacpac pacpac, y el de él y el de ella; pac pac, y el de los pájaros y los gatos, y las gallinas y el caballo.
Te escucho, Mario; estamos aquí, al ladito, velamos tu noche, trata de estar tranquilo, te acompañamos. Esta mañana ya estoy más cerca, de ti, de todos vosotros, de mí. El caminar silencioso por mis sensaciones, despacio, atento, retuvo durante un largo instante vuestras vidas entre mis manos. Ahora las dejo ir, arena del desierto entre mis dedos. Hasta luego, nos vemos dentro de un rato.

1 comentario:

  1. Yo también os siento más cerca. Os quiero taaaanto a los ocho!

    Con amor y paciencia, despacito.

    Lucía

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