De la estupidez de los que, teniéndolo “todo”, siempre quieren tener más y de la sabiduría de los otros, que, teniendo suficiente, se contentan con ello y muestran por demás la cordura de una reflexión sobre la existencia que con seguridad les hace mucho más felices que ese otro deseo desaforado, que yo calificaría de infantil, de hacer dinero o acumular poder; ese deseo infantil de coleccionar cromos que no habiendo encontrado otro sustitutivo más provechoso para los años de la madurez, pervive en el deseo como una tania dispuesta a tragarse todas las constantes vitales de la persona.
Hoy, mientras amanecía y remoloneaba en la cama, ese precioso momento en que saliendo de la nada del sueño uno empieza a navegar en el río de la vida poquito a poco, desentumeciendo los músculos, despertando a la memoria, trayendo a sí la levedad de los pensamientos que quedaron sobrevolando el final del día anterior mientras nos introducíamos en el sueño; mientras amanecía recordé la imagen de José Luis Sampedro de la víspera frente a un auditorio compuesto principalmente por gente joven. El joven que es José Luis Sampedro, así le presentaba Iñaki Gabilondo, se expresa con una claridad de ideas, con una fuerza, con una honestidad, con un sentido del humor (vosotros podréis, les decía a los jóvenes, mejorar todo esto, organizando, por ejemplo, cursillos de ciudadanía para los obispos), de quedar uno admirado por su persona y la pasión en esta su edad tan madura ya.
A mí, según voy cumpliendo años, cada vez me parece más evidente que una parte notoria de ese veinte por ciento de la población mundial que dispone del ochenta por ciento de los recursos de este planeta, frente al ochenta por ciento de la población que sólo tiene acceso al veinte por ciento de los mismos recursos; que ese veinte por ciento está constituido por gente notoriamente ignorante, entre otras cosas, de aquello que puede constituir la base de una conciencia bien pertrechada, sana, propicia a proporcionar una paz y un regocijo interior. En los medios aparece de continuo “el esplendor y la gloria” de faceta pública de los individuos, de la sociedad, algo que obviamente es lógico, pero que al estar tan sobremanera expresado, parece como si esa faceta pública fuera el constitutivo esencial de la vida, lo cual es totalmente falso, si para decir de algo que es verdadero o falso hemos de entender lo que realmente atañe al bienestar de los individuos, su placer, sus deseos íntimos, sus preocupaciones más personales, ese sentimiento que manifestaba José Luis Sampedro a su auditorio: os quiero.
La faceta pública distorsiona la esencia de nuestros deseos de tal manera que, dejando de vivir en nosotros, extendiendo aquí al nosotros todo nuestro entorno afectivo, ajenos a la peculiaridad de ese ser interior que sufre, padece, ama, desencadena sus pasiones en la vida de su entorno, de tal manera que sumergiéndose en el halo público, dejando de ser ellos mismos, se convierten en yos supeditados a desproporcionadas deseos de posesión, de dominación, de fama. Quizás mirando los rostros de dos personajes pueda aclarar un poco lo que quiero decir: por una parte un par de vídeos de la junta de accionistas del Banco Santander, en donde dos accionistas inesperadamente dedican su intervención al 15-M y a la voracidad de Botín y sus correligionarios (aquí están los vínculos a los vídeos: primero, segundo); por otra, la entrevista a José Luis Sampedro. Invito a quien lea estas líneas a contemplar en los vídeos los rostros de ambos personajes, el rostro crispado, cínico, prepotente de Botín, frente al relajado, apasionado, amoroso, en paz consigo mismo, de José Luis Sampedro (vídeo 1, video 2). La listura de Botín, frente a la sabiduría de Sampedro. Para mí que en esta diferencia de actitudes, de rostros, hay mucha de la sustancia de la que conviene tener constancia a fin de no errar nuestro camino. Ese énfasis que hace de continuo Sampedro por desarrollar nuestra capacidad crítica y por atender a los valores humanos personales y sociales, nace de un concepto de la vida bien pertrechado, solidario, basado en los individuos, en su humanidad, mientras que otros valores, aquellos, que aprendidos desde la niñez o transmitidos por el medio quieren hacernos devotos de personajes, religiones, dioses, líderes, dinero, no son otra cosa que la herramienta de la que se vale el sistema para hacernos dóciles borregos, ya sea como dóciles votantes cada cuatro años o como simples aceptadores de una realidad consumada por la presión de los poderes económicos o religiosos.
Más sobre las jetas de determinados personajes. El documental Inside Job. Aunque antes de seguir adelante tengo que mencionar otro rostro que malditamente se me cruzó ante la vista en las páginas de Acampadasol, y que, viniendo al caso, y aunque tenga la sustancia de un fuerte vomitivo hay que ver (no incluyo la imagen aquí porque ensuciaría este traje nuevo que he puesto a mi blog días atrás. Ésta es lafoto). Los rostros. ¿Qué hay tras la mayoría de esas jetas que nos presenta Charles Ferguson en su documental? La verdad es que a mí muchos de ellos me producían lástima, especuladores, inmensamente ricos, causante de esta crisis, mimados por sus gobiernos: ridículos personajes, que no sabiendo qué hacer con sus vidas coleccionan montones de aviones privados o se compran islas en el Pacífico. Parecida lástima a la que me proporcionan todos aquellos que aferrados a X o a Z, no supieron encontrar otro acomodo en la vida que la extorsión de sus semejantes. ¿De qué le sirve a usted, caballero, tanto dinero, tanto poder, si esa cara delata la estupidez de su desafuero personal?
Lo que puede caber en la vida de cada uno, entre la hora del despertar y el momento de irnos a la cama, para mí que, de pensárselo un poco, no es demasiado, un poco de ternura, algún sofoco, un te quiero a lo José Luis Sampedro y ganas de tener algún rato de felicidad, de ahí que me cause cierta lastimosa sonrisa la desaprensiva estupidez de tantos personajes poderosos que se pasean de continuo por la portada de los periódicos. Aquello que oía decir hace muchos años, de que eso es que esta gente no folla bien, quizás siga siendo cierto, y no sólo dicho metafóricamente. Yo imagino que hasta una buena receta de este tipo lo mismo le solucionaba sus problemas a nuestra descarriada Iglesia Católica. Luego todo sería cosa de hacer patria y convencer al personal para que lea despacito despacito el Evangelio, cosa que esta gente no debe de hacer desde los tiempos de San Pablo. Porque con toda seguridad ese Jesús era buena gente, de la misma manera que lo es José Luis Sampedro y todo ese gentío que el 19-J andaba el otro día brincando por las calles de Madrid. Por cierto, emocionante hasta ponerle a uno la piel de gallina.
Me habría gustado que nos hubiéramos encontrado en Sol alguno de los días que estuve por allí. Una reflexión interesante la que haces en este post y que comparto.
ResponderEliminarEsperando a encontrarnos, nos vemos en la red.
También a mí me hubiera gustado. Yo por mi parte estoy viviendo esto con una emotividad de la que yo mismo me sorprendo; llevaba años que apenas leía el periódico y desde hace poco más de un mes todo mis escepticismo parece haberse esfumado con este pequeño milagro de las plazas de España. Nos vemos.
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