Esta es la vida. Acabo de terminar de instalar las dos nuevas ventanas de
guillotina en la cabaña, es el final de la tarde, una luz sesgada alumbra la
parte sur de la parcela, árboles, un pequeño bosque, césped, arbustos, una
fuente de piedra: un bello lugar para vivir. Esto es la vida. Le decía hace un
momento a Victoria que cada vez siento más este tiempo como un periodo
relevante de esa vida.
Ahora mi cabaña tiene más luz, la
naturaleza que me rodea y la cabaña misma están más cerca, una delgada capa de
vidrio las separa. Tres mil metros cuadrados para acompañar a una vida, metro a
metro diseñado, cultivado, trabajado con mis manos, nuestras manos. También el
entorno alado de los pájaros, los erizos, las culebras; ahora estos cuatro
gatos con los que convivimos, los perros, también ellos parte de nuestro vivir.
Un buen puñado de seres vivos compartiendo la existencia y el vino.
Y la cálida luz del sol que baña las hojas de las acacias ya ligeramente
otoñales, y la tarde deshaciéndose intemporal entre las ramas.
Sí, debo de estar muy agradecido a
la vida... que me ha dado tanto, cantaban también mis versos enamorados de hace
unos años, agradecido con el mundo, con las personas que han contribuido a dar
intensidad y calor a mi vida, con las montañas, con los mares y acantilados,
con las playas, con los campos de cebada y trigo, con los montes cubiertas sus
laderas de brezos, de cantueso, de romero; con la luz del alba y el crepúsculo,
con las noches que poblaron mis paseos, con la luna, que vistió con su lucerna
pálida mis largos paseos a través de las montañas o las costas; que llenó de
misterio y poesía los ríos, el mármol frío del Taj Mahal.
Agradecido a los rostros que a lo
largo y ancho del mundo ocuparon el rectángulo del visor de mi cámara
fotográfica, fijando así para siempre la imagen efímera de una mirada o una
sonrisa. Ese mundo que enlaté en sales de plata o en infinitas series de bytes.
Los libros, algún millar, que me dieron la oportunidad de comprender mejor el
mundo, que me proporcionaron sutiles y prolongados y gozosos momentos de dicha.
Y la tarde se va haciendo
penumbra, sustancia pálida; ahora pienso en iluminar la parcela con un foco
adicional sobre el ángulo superior de la fachada sur, un haz de luz para
escrutar en la noche la semisombra del bosque donde los pájaros duermen.
Grata sensación de bienestar; confluencia de motivos, la paz del ánimo, la
belleza del mundo, el flujo y reflujo de las corrientes del río que restriegan
su lomo por las riberas en demorados meandros; tiempo, amor, campos, mar, canto
a la vida.
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