El Chorrillo, 21/11/2013
Debería
escribir unas líneas que se titulen algo así como Agradecimiento a un maestro, en justa respuesta a un mensaje que
recibí anoche mismo y que me trajo un poco de felicidad, el reencuentro con una
ex-alumna después de treinta años, pero no me resisto a continuar antes con el
tema del día anterior, el que titulé Un culo
bonito. La foto de ayer no era mía, pero aún así daba gusto asomarse a mi blog
y mirarlo, sí, mirarlo, toda tranquila y placentera contemplación. Era como la estatua
frente a la que rezaba y miraba yo durante horas siendo tierno estudiante de un
colegio de los salesianos, una, de María Auxiliadora y otra de
Pues bien, esta
noche me llama por teléfono una amiga desde Barcelona y va y me dice que ya
estoy otra vez en la misma honda, ¿eh?, que... Claro, y tiene razón, pero yo
voy y le digo que si los prolijos teólogos se pasan la vida escribiendo enormes
y aburridos tochos para probar la existencia de Dios y amenizar sus alrededores
con dioses que son tres en uno, más la añadidura de una virgen que tiene un
hijo concebido sin intervención de varón, etc... ¿cómo no se me va a permitir a
mí, que también tengo mis diosas y mi religión particular, escribir unos pocos
y miserables folios sobre el asunto? Le decía a mi amiga de Barcelona que en
las cosas de la teología feminil, por decirlo de alguna manera, todavía andamos
en poco en porretas en este país, que uno no oyendo hablar de sexo de los
ángeles lo otro le parece todavía oscuro en exceso, top secret, tabú; uno puede
recitar en voz alta en un templo un montón de padrenuestros sin que a nadie le
llame la atención, o puede decir montones de "qué bonito" frente a
los cuadros del museo del Prado sin que ningún observador levante la mirada
hacia él, pero alguien va y, dando un respingo, expresa su devoción por un culo
bonito, ya la tenemos armada, los me gusta del Facebook desaparecen como por
arte de magia, eres un proscrito, la cosa se lee, porque la cosa se lee más que
otros títulos, pero...; una amiga de Barcelona o de Pekín te llama y te dice
que ya estás con la misma. Pero, coño, ¿cuantas avemarías decía yo a lo largo
del día y a nadie le llamaba la atención?... ¿Y es que ahora uno no puede ser
devoto y expresarlo, eso, con devoción, recurriendo por demás a notorios
místicos que más o menos expresaban lo mismo aunque con diferentes palabras?
Probemos cómo suena: lleno eres de gracia, bendito tú eres entre todas las
cosas, gloria a ti como era un principio ahora y siempre por los siglos de los
siglos, amén. A mí no me suena en absoluto mal, toda una verdad universal sin
posible discusión a no ser que una frigidez mental haya bloqueado todas
nuestras neuronas. Y si no, que se lo digan a mi amigo, también de los
alrededores de Barcelona, mi amigo el caballero andante con quien comparto
algunas queridas y entrañables devociones relacionadas con el asunto que me traía
ayer entre manos.
De todos
modos, y aunque sólo esté relacionado tangencialmente con el asunto, es muy
curioso que lo que se tiene entre las piernas, lo que se hace con ello, la
belleza de los cuerpos y la devoción por alguno de éstos, sea materia
escurridiza poco dada a servir de comunicación en el ámbito público, si es que
no sirve, desgraciadamente, como materia bufa de intercambio en el ámbito de un
machismo trasnochado y degradante. Una curiosidad que se hace más curiosa aún
cuando sabemos que el asunto en sí bate todos los records de interés por parte
de los adultos y los no tan adultos. En un trabajo de Lou Marinoff, Más Platón y menos prozac, se asegura
que, según estudios fiables de una universidad americana, más del ochenta por
ciento de los pensamientos de los humanos está relacionado con estas cosas.
Hoy al irme a
la cama no olvidaré antes de cerrar los ojos mis oraciones; la vida no necesita
una póliza de seguros para un tiempo en que, como reza un verso de César
Vallejo, hasta tus puros huesos estarán
harina; así pues el receptor de mis oraciones será con toda probabilidad
algún motivo hermoso. Hoy, como hacía aquel viejo budista,
cuando me acueste dejaré sobre la mesilla de noche un vaso boca abajo en señal
de que la vida ha concluido; si mañana me despierto, al abrir los ojos daré
gracias al cielo y volveré a poner el vaso boca arriba como agradecimiento a
ese otro día más que se me otorga. Es muy probable que, con suerte, parte de
ese día que comienza me traiga algún buen motivo para sentirme vivito y
coleando, acaso, incluso, mis pensamientos encuentren un varadero apropiado a
la caída de la tarde para hacer descansar mis ojos por un minuto en alguno de
esos iconos de los que soy devoto. Buenas
noches :-).