El Chorrillo, 22/11/2013

Valga la
introducción para decir que nada más terminar la película de hoy ella va y
dice: bueno..., así, como si la cosa no llegara a un cinco raspado sobre diez.
Y añade: esta película es demasiado larga, yo creo que se pueden decir las
mismas cosas con muchos menos metros de celuloide. En fin, estábamos
recogiendo. Cuando terminamos de ver una peli en la cabaña hay que mover los
sillones, subir manualmente la pantalla, desplazar una mesa, correr el felpudo
hacia la ventana del sur y dejar en condiciones mi mesa de trabajo. Eso estaba
haciendo yo mientras oía sus cortos comentarios. El reloj marcaba cerca de la
una de la mañana, no era cosa de entablar una conversación sobre el asunto a
esa hora, así que nos despedimos y yo me senté frente a la pantalla del
ordenador pensando que acaso yo estaba esta noche en ventaja respecto a ella a
la hora de saborear una película concreta, alguna, digo. Ella es capaz de ver
todo, de oírlo todo, no perderse nada y de hacer una buena ficha técnica para
la web de filmaffinity.com/es/ donde tiene subidas un buen número de críticas
de su propia cosecha.
Ahora tengo
que descifrar esa impresión, esa afirmación del porqué yo podía haber
disfrutado más de la película. Tendré que seguir escribiendo para aclararme
sobre el asunto, porque de momento no lo tengo claro. Es la una de la
madrugada, pero no importa; fuera hace frío pero aquí dentro hay un confort de
estar en mangas de camisa; el silencio de la cabaña a esta horas de la noche es
un fenómeno absolutamente fantástico, sólo el rumor de las teclas y un muy
ligero runrún de la cpu lo acompañan.
Uno
"ve" una película con los ojos y con los oídos, pero también con algo
más, hay algo más que está presente en el hecho de "verla". Está la
experiencia de cada cual, su filosofía, la relación que tengas con el ambiente
en que se desarrolla el film -la
India en el caso de hoy-, tus gustos propios, tus sueños -si
sueñas con pasearte por la
Antártida y ves una película ambientada allí, tu atención se
comporta como un aspirador de cinco mil watios-; la lista podría alargarse, y
ello sin contar nuestra facilidad para identificarnos con tal o cual personaje,
tal o cual situación, lo que también tiene efectos sobre el resultado de
nuestro gozo, ese gozo de ver una peli que puede decantarse en placer, miedo,
lágrimas o dejarnos el corazón como dentro de un puño.
Cada persona,
siendo un mundo en sí misma, puede sentir ante una buena película de maneras
muy diferentes. A mí la película de hoy, Pasaje
a la India ,
de David Lean, basada en la novela de E. M. Forster, no sólo no me pareció
larga sino que me habría tragado un par de horas más de film sin respirar. ¿Por
qué? Espera que lo piense, porque todavía no lo sé. Voy a indagar.
Alguna
aproximación:
Uno: la India es el país más
apasionante y hermoso que conozco, sobrecogedor, contradictorio, acogedor,
bullente de color, amigable, misterioso, inescrutable, triste, apasionante, loco,
un país donde la vida y la muerte pueden convivir en el mismo escenario en
donde los niños juegan a la pelota, las mujeres lavan la ropa o los mendigos
posan sus platillos de aluminio en el suelo para recibir alguna limosna de los
viandantes.
Dos: siempre
tengo a la India
en mente cuando pienso en irme de viaje. La película termina en el escenario de
Cachemira, y no hay vez que no piense en irme por ahí que no se me aparezca
Srinagar, la ciudad de los canales de aquella región del país como un objetivo
inmediato del que mi chica intenta apartarme debido a los conflictos bélicos
con Pakistán que amenazan con desatarse a cada momento.
Tres: el
conflicto con los ingleses, el sentimiento de casta de estos, la violencia de
su sometimiento es algo que vivo como mío, como tantas situaciones conflictivas
en donde los poderosos masacran sin piedad a los autóctonos, a los más débiles.
El film trata estos problemas y apunta hacia una liberación.
Cuatro: El
hecho de que en la película se eviten los caminos fáciles, aunque en ocasiones
los estereotipos hagan inevitablemente su aparición. La compleja relación que
se da entre los personajes hace a mi gusto sostenible la longitud del film.
Cinco: La
gente, el colorismo, los paisajes, las costumbres. Aspectos que para un
espectador curioso interesado en el país no deja de ser bastante importante.
Los aspectos
propiamente fílmicos me los salto, no creo que tuvieran por demás mucha
importancia en ese porqué que me hago a mí mismo sobre el placer de ver esta
película. Creo que teniendo en cuenta estas consideraciones uno puede hablar de
disfrutar más que otro de un film en función
de aspectos distintos frente a los que espectadores diferentes tienen
visiones no coincidentes, y sobre todo porque la problemática, el asunto, el
escenario estén más o menos cerca empáticamente de cada uno de ellos. Creo que
sí son razones suficientes ya para decir por qué yo he podido disfrutar hoy más
con la película que mi chica, la cinéfila.
Probablemente
la película tiene defectos, aunque en este caso no me molestaron demasiado, sin
embargo hay que decir que el principal de ellos consiste en que la situación
dramática se levanta sobre una dudosa actitud de la coprotagonista que firma
una acusación contra el protagonista, Aziz, del todo inverosimil, pero que a la
vez sirve para levantar todo el tinglado de fuerzas emocionales, sentimentales
o legales que harán que ingleses e indios se enfrenten violentamente en un
trabajo de síntesis que fílmicamente es interesante. Pero bueno, también
Skespeare caía irremediablemente en ese truco
cuando nos fabrica un personaje como Otelo, regio y razonable pero ingenuo y
crédulo lo suficiente como para hacer barbaridades sin caer nunca en el obvio
engaño a que le están sometiendo; y en la misma línea esa obsesiva maldad de
Yago o Macbeth que llega hasta el punto de dejarnos el sistema nervioso con una
temblaera de indignación, pese a lo difícil que nos resulta creer que haya una
maldad de ese rango.