Los hijos de la gran...


El Chorrillo, 2/12/13 




Hoy me desperté con un amargo sabor de boca. Ayer noche, poco antes de acostarme, me llegó un guasap que contenía un vídeo de Moncho Alpuente. No suelo abrir contenidos multimedia más que en raras ocasiones, cuando estoy despistado o distraídamente me encuentro ante algo que llama mi atención. Algo así sucedió anoche. Y la verdad es que sí, que algo me jodió y dejó mi sistema nervioso alertado para que esta mañana fuera lo primero que aflorara a mi conciencia nada más sonar el despertador. Durante este año no creo haber abierto el periódico más de un par de veces, y la televisión no la veo nunca en casa, lo que quiere decir que es imposible que esté al día con lo que pasa en el país a cada momento, aunque en casa algo me pongan al día. No es que no me interese lo que sucede a mi alrededor, es que me haciéndome sufrir de taquicardia cada vez que accidentalmente caigo delante de una televisión mientras camino por el mundo o me tomo un plato de sopa en un restaurante, las ganas no me vienen. También, por qué no decirlo, estoy algo encerrado en mi torre de cristal, como el Cándido de Voltaire o como Lao Tse que, llegados a un momento de su vida en que conscientes de cierta banalidad del mundo, de su imposible posibilidad de cura, se retiran a cultivar su jardín y su huerto preparándose para vivir y morir en paz consigo mismo y con los demás.


Sin embargo el ruido exterior es tal, los hijosdelagran... son tan repudiables, sus actos tan groseramente amorales y despóticos que es de todo punto imposible no oírles. Sus desmanes, su impudicia se cuelan por los resquicios de mi cabaña como si fuera soplara la violencia de un viento de desgracia que estuviera abatiéndose sobre el país entero dejando a éste en la desnudez más descarnada; indefensos ante el robo sistematizado de lo que es la desmantelación de la educación pública, de la sanidad, la despauperización de la nación; indefensos ante una ley que sellará nuestras bocas, que castiga con multas demenciales a quien protesta y deja como una flor inmune a una mafia amparada en las leyes que ellos mismos han diseñado para proteger intereses espurios. Más tantos jueces, más tanta chusma que destila el sistema al olor de las prebendas y el amiguismo. Todo esto se cuela hoy en la tranquila paz de mi cabaña, con el sol entrando a raudales por la ventana, pero con la pestilencia moral de la clase política en el poder rondando irremediablemente a mi alrededor.


No es bueno avivar el viento del pesimismo y menos el del escepticismo. La manera en que está evolucionando el mundo desde que yo era adolescente no es que me guste en exceso, yo preferiría un mundo con menos "comodidades" suplerfluas, menos objetos innecesarios, más consciente de las bondadaes de la vida, menos ignorante en relación a cómo se puede ser un poco más feliz, sin embargo, puestos donde estamos no cabe otra cosa que seguir conservando la esperanza, no sólo de que con el tiempo aprendamos a saber a quién debemos dar nuestro voto, sino sobre todo la esperanza en la educación, en nuestra capacidad crítica, en nuestra capacidad de razonar. Si el país está como está una buena parte la debemos a nuestra ignorancia. Los hijosdelagran... aprovechan todo lo que pueden esta situación, tienen la teletonta, las radios, la prensa amarilla; pero todo ello sería caldo de borrajas si nuestra ignorancia no tocara fondo tan lamentablemente  No hay cosa más gilipollas, decía el otro día el cartel de uno de los muros de Facebook, que un obrero votando al PP; esas cosas curiosas que sólo pasan en un país en donde una gran parte de la población se desayuna crédula constantemente de toda la bazofia de los medios de comunicación afectos al poder.


Y deshonestos casi todos los que han pasado por el parlamento durante décadas, porque si a alguien le meten en la cárcel durante dos años por estampar un pastel en la cara de un político mientras toda la recua de ladrones del país sigue panchamente haciendo dinero a costa de los contribuyentes, es porque ellos lo han legislado así, amén de que la mayoría de los jueces sigan arrimando el hombro para interpretar la ley acorde a la ideología del partido en el poder; deshonesto porque si los resultados electorales se plasman en el sistema electoral falsamente y con descarado desprecio de la esencia de la democracia la realidad de lo que se ha votado, es porque ellos, el PSOE y el PP han trabajado a fondo para tener a mano una ley electoral que les beneficie exclusivamente a ellos, aminorando alevosamente así la posibilidad de que los partidos minoritarios puedan representar a sus votantes en la misma proporción en que han obtenido sus votos. Hoy, cuando recuerdo cómo Félipe González justificaba el sistema D'Hondt en la ley Electoral basándose en la necesidad de hacer posible una gobernabilidad en el país, casi me entran ganas de vomitar; sí, esos descamisados, como decía en el vídeo Moncho Alpuente, que descamisados ayer hoy visten sin embargo trajes del alpaca, gente que seguirá viviendo en exceso bien a costa del contribuyente en crisis.


Las bases de nuestra democracia actual están sólidamente asentadas sobre dos pilares fundamentales: la ignorancia y una ley Electoral fabricada expresamente por el PSOE y la derecha, para perpetuar con ello su presencia en el poder.
Ante esta situación la única solución posible para contrarrestar la ponzoñosa desvergüenza de la gente del poder, no es otra que la educación, en casa, en la escuela (cada vez más difícil dada la guerra ideológica que el PP está implantando en ellas), en las conversaciones, en las redes sociales, en la calle. Sin un sentido crítico desarrollado, sin unos conocimientos adecuados de la realidad (no precisamente esa realidad que falsamente aventan los medios), sin una concienciación del ciudadano de lo que está pasando, de cómo nos están manipulando, va a ser muy difícil seguir adelante. Y respecto a la ley Electoral, listos estamos si pensamos que alguno de los dos partidos mayoritarios ahora en el parlamento van a mover un dedo para hacerla más democrática.

Los hijosdelagran..., a los que Ernesto Sábato nombraba como los perversos hijos del mal, como decía en el vídeo Moncho Alpuente no saben todavía que se tienen que morir y que su memoria será durante décadas execrable, como lo será por siempre la de individuos como Franco o Millán Astray.




Algunas estampitas pilladas en las redes sociales: