A aquellos que comparten la simiente de la discordia contra el Islam



El Chorrillo, 20 de enero de 2015


Llevo un rato preguntándome si la modestia y guardar silencio no serán rasgos de la personalidad a estas alturas un tanto inmorales frente al comportamiento de muchos ante hechos cruciales de la actualidad; si la descarada manipulación de la información de otros para hacernos comulgar con piedras de molino, hablo de los hechos de París, no debería imponernos el deber ciudadano de aclarar las cosas y alertar contra el peligro de un enfrentamiento fratricida. Me asombra la capacidad que tiene mucha gente en las redes sociales para compartir engendros que, bajo el inocente aspecto de encerrar en los titulares una verdad poco menos que recibida de las manos del mismísimo Espíritu Santo, encierran mentiras infames y una enorme necesidad de confundir al personal poco informado. Los ejemplos los hay a montones y en todos ellos se observa, con sólo darle un vistazo, la intencionalidad evidente de dividir al mundo en buenos y malos; en estos días los poseedores de las verdades incuestionables del planeta, Europa, frente a los malos, el Islam. Recorre el mundo un instinto cainita, el instinto de matar al hermano; se apuesta por estigmatizar a aquellos que viven al otro lado del Mediterráneo y que escriben en la bella caligrafía del árabe y para ello se construyen argumentos falaces y criminales que saltan a las redes sociales y que tantos tragan como si aquello fuera una píldora para aliviar su personal estreñimiento.

¿Modestia ante las barbaridades que leemos cuando vemos cómo intereses infames mueven baza en los medios internacionales para implantar un sentido común pervertido, cuando comprobamos que los que ayer inseminaron la idea en el mundo entero de que era imprescindible atacar Irak porque estaba fabricando armas de destrucción masiva, que sobradamente quedó demostrado que era falso; modestia y silencio frente a los que hoy propalan ideas que puedan inducir a la población occidental a un antiislamismo visceral para justificar una agresión internacional contra los musulmanes? Oímos barbaridades y nos callamos; pues bien, de la misma manera que hemos pasados montones de años en España sufriendo desmanes políticos y económicos sin abrir el pico, hasta que llegado cierto punto hemos despertado y empezado a asumir la necesidad de dar la vuelta a ese sentido común que nos habían impuesto sustituyéndolo por nuestro propio sentido común, saliendo a la calle a recuperar la indignación y nuestros derechos como ciudadanos y trabajadores; lo mismo, al descubrir que ese sentido común era el de ellos, el de la casta, no el nuestro, es necesario ahora levantar barricadas contra el vandalismo internacional que intenta hacer de los musulmanes la víctima propiciatoria sobre la que arrojar muchos de nuestros problemas. Ojo, nos están fabricando un enemigo, están excitando nuestro jugo gástrico de destrucción contra gente como nosotros. Y lo hacen los de siempre, y se valen de las armas de siempre... y de la ignorancia y las malas pasiones de aquellos a los que va dirigida la campaña. En el  fondo todos somos buenos, pero también unos cabrones de mucho cuidado. Basta que nos echen encima un poco de propaganda adornada con guindas para que nos traguemos el pastel envenenado de un trago.

No, no deberíamos ser modestos ni silenciosos, ni callarnos ante este clima de agresión contra esa otra parte de la humanidad con la que compartimos este planeta. La burda generalización de querer meter en el mismo cajón cosas que no tienen que ver entre sí, yihadistas, Al-Qaeda, musulmanes, árabes, islamistas corre como reguero de pólvora arrasando cualquier rastro de inteligencia en una mayoría que sólo tiene el criterio que el de la voz de su amo. Un pasto perfecto que en poco se diferencia de las prédicas que Hitler instiló en los cerebros de los alemanes de los años treinta. De seguir así mañana mismo ya estaremos construyendo hornos de cremación para achicharrar a los musulmanes de parecida manera que lo hicieran los fascistas alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.

Ese jodido hábito de generalizar, tan propio de los ignorantes y que tanto denostaban R. L. Stevenson en algunos de sus escritos, es hoy la gasolina que mueve peligrosamente los instintos más bajos de muchos europeos.

La cordura no es algo que se prodigue en estos días, hasta al Wyoming he visto hoy hacer burla del Papa cuando éste justificaba el enfado que pueda sentir un hijo cuando alguien veja a su madre, relacionándolo con las agresiones que como tales pueden sentir los musulmanes cuando alguien hace mofa de Mahoma. Por Dios, no seamos imbéciles, ¿es que no somos capaces de distinguir lo que para alguien es sumamente sagrado?, ¿es que no somos capaces de entender que el respeto a determinadas ideas es esencial para construir una convivencia a nivel planetario? Soy un ateo convencido, pero también mi convencimiento incluye que hay líneas que no se pueden traspasar si hacerlo supone una enorme falta de respeto por las ideas de una parte sustancial de la humanidad. A la mierda con la libertad de expresión si ésta supone que los señoritos de occidente podemos utilizar nuestra mierda para descargarla sobre la otra parte del mundo. Eso no es ejercer una libertad de expresión eso es una gran villanía sin más.

Tratar de comprender al prójimo es uno de los grandes retos que deberíamos asumir desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte. Un ejercicio personal que es imprescindible frente a los innumerables intereses disfrazados de otra cosa que siempre llevan a la codicia de unos pocos a enfangarnos en conflictos fratricidas.


Los que se valen de fomentar la discordia y el enfrentamiento entre culturas tomando como disculpas hechos como los de París son un peligro para la sociedad y por ello deben de ser denunciados; ellos y todos los que difunden toda esta infecta mierda que incita a la agresividad contra los habitantes del Islam. 

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