Cómo ser feliz sin morir en el intento



El Chorrillo, 22 de enero de 2015

En alguna ocasión me he referido al lema "Búscate un amante" de un artículo de Jorge Bucay como un elemento importantante para solucionar problemas personales varios, estados de depresión, descontento, insatisfacción, etc. Bucay tiene más razón que un santo, encontrar un amante es siempre una de las cosas más maravillosas que te pueden suceder; en esas situaciones todos los males que pudiéramos estar sufriendo se volatilizan, desaparecen. El cuerpo, cuando nuestra vida no termina de cuajar como algo interesante de lo que podamos estar muy satisfechos, con frecuencia lo que nos está pidiendo es algo que le saque de la atonía y de la situación de estancamiento.




Pero enamorarse no es algo que uno pueda hacer todos los días, entre otras cosas porque encontrar la persona adecuada, la chispa, la circunstancia, el feeling, todo ello junto es un asunto arduamente complicado, de manera que si queremos recomponer nuestra armonía personal hay que buscar alternativamente en otra parte. No vale que yo, como sucedió días atrás, que mientras me encontraba encaramado a la acacia frente a mi cabaña para colocar la antena de TDT, se me ocurriera que acaso de la misma manera que esa antena me iba a servir para recoger del puro aire que flota en el ambiente alrededor de mi casa todas las telebasuras que circulan por el mundo, amén de alguna pequeña cosa que pueda interesarme, imágenes, música, discursos, tertulias, todo ello flotando entre las ramas de los árboles y entrando por el conducto del cable blanco convencional que se usa para las antenas, atravesando la pared y metiéndose en mi ordenador para que yo tan ricamente pueda ver el Intermedio o alguna medio parida semejante; no vale que se me ocurriera, decía, pensar que de la misma manera que la antena capta lo que a mi me interesa, pudiera suceder otro tanto con otros asuntos de mi gusto. Así, sin ir más lejos, no sólo flotan en el aire las emisoras de televisión, radio, internet y cosas similares, también allí está parte de eso que llamamos energía sexual, ya que si no fuera así ni los gatos de los alrededores ni los insectos ni los pájaros que habitan entre las arizónicas que rodean mi casa tendrían esa capacidad que tienen de inspirarse y zambullirse tan de continuo en sus fiestas amorosas, que son indudablemente uno de los componentes esenciales de la felicidad.

Encaramado allí yo en lo alto de la acacia imaginé que una buena antena que captase y descodificara la energía sexual que flota sobre la superficie del planeta, podría ser también un gran invento para tenernos el cuerpo contento. Una cosa tan sutil como el sexo, pero que tan descaradamente circula por las calles de las ciudades, el metro o el tren de cercanías, soltando su perfume en forma de andares, escotes, sonrisas, miradas, posturas, guiños, vestidos que sobre bonitos cuerpos buscan el gusto admirado de los viandantes, su mirada acariciadora, no es que necesariamente necesite una antena para ser captado, que no lo necesita, pero la idea me vino por ahí. Extraer del ambiente en donde nos movemos, mediante esa especial antena que todo el mundo posee, la sustancia erótica, creo yo que sí necesita en ocasiones un sentido especialmente afinado que, de entre la cosa corriente y la prosa de la vida cotidiana, sepa extraer la sustancia esa que como música del flautista de Hamelin nos lleva tras una imagen, una idea capaz de desencadenar con una ganancia importante algún pequeño terremoto.

No es broma, mientras orientaba la antena y, pese a que tenía un tortazo de narices allí encaramado a la copa del árbol, y a que hacía un frío del carajo, aún así me pareció una idea posible esa de poder condensar esa fuerza procreativa que está profusamente dispersa en el aire en todo momento sea ciudad, pueblo, campo, playa, montaña, adormecida o alborotada pero siempre presente allá donde haya seres humanos de distinto género (o del mismo). De hecho, independientemente de la ganancia de la antena que cada uno posea, hay una enorme diversidad en cuanto a los elementos de transmisión se refiere. Así, para unos será la voz, para otro una entrevista parte del cuerpo, un perfume, alguna música exótica, incluso, y os invito aquí a que echéis un vistazo al vídeo de más abajo, quienes pueden ver en un despliegue bélico elementos que se asocian perfectamente a sus sueños eróticos.



Y bueno, para los que todavía con estas cosas no sean capaces de aminorar sus dolores de barriga o su pésimo estado de humor también hay otras soluciones. Hoy mismo me encontré en el periódico Diagonal una alternativa perfecta para ellos. Si visitáis este vínculo podréis saber de qué va la historia: Activismoterapia. Se trata de una nueva manera de alcanzar la felicidad. En el artículo de periódico se pueden leer cosas extraordinarias como la que sigue: "En un documental sobre los indignados de la Plaza Syntagma de Atenas una mujer que participa en el movimiento dice a la cámara que, aunque suene mal decirlo, nunca ha sido tan feliz como desde el estallido de la crisis". Y da las siguientes razones: "Pese a la precariedad y las estrecheces económicas, ahora ya no está sola frente al televisor contemplando cómo todo se desmorona, sino que participa, se siente útil y ha multiplicado sus relaciones sociales". A esta actividad el periodista la bautiza como activismoterapia, aunque lamentablemente venga a comparar los beneficios de tal actividad con otras tales como ir al gimnasio, aprender inglés o hacer yoga.

Se sale de estas líneas el abundar sobre las ventajas de esta activismoterapia, algo que yo he comprobado con buenísimos resultados en los últimos meses, pero puedo asegurar que asistir a manifestaciones o algún congreso multitudinario de Podemos ha sido un dulcísimo alivio para mi ánimo; sentirse codo a codo con miles de semejantes con los que compartes deseos de justicia y de un mundo mejor te deja el cuerpo como una bendición.



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