El Chorrillo, 6 de
febrero de 2015
Días atrás había escrito en el teléfono algunas breves
notas, un hábito que me ayuda a después a componer alguno de mis post, pero
ninguna de ellas llegaba a convencerme para comenzar a escribir algo. Hoy, día
de sol tras la comida y con un ligero viento que acaricia las heladas hojas de
la caña índica moviendo parsimoniosamente la copa del eucalipto frente a mi
ventana, voy a intentar sacar algo de ellas. Estas son alguna:
"Los siniestros personajillos de las tertulias y la
banalización del discurso político". Seguro que no se necesita ningún
sagaz lector para averiguar a raíz de qué circunstancias he podido escribir
semejante línea. Podría escribir sobre el asunto, pero es tan deprimente la
cosa que no me siento capaz de ello. Sí, esos siniestros
"periodistas" de la Sexta del fin de semana acosados por una
esquizofrenia persecutoria y por una facundia capaz de hacer que uno no pueda
resistirles una sola intervención y se vea obligado a apagar el televisor por más
que en la tertulia participe también gente interesante. ¿No sentisteis ninguna
vez una sensación de vómito cuando alguno de estos personajillos rojo
de ira o vistiendo una siniestra y falsa sonrisilla de autocomplacencia
interrumpe abruptamente y de continuo a su interlocutor sin dejarle hablar para
repetir el mismo bodrio que llevan diciendo noche tras noche durante un año? No,
me niego a hablar de ellos. De ellos, sí, podría decirse con Pennac lo que decía
de cierto general (El dictador y la
hamaca), "El General era... ¿vio usted su sonrisa?, carajo, realmente
un gilipollas, ese es el resumen de su vida".
Genial Forges, como siempre |
La siguiente nota es una cita de mi lectura de la tarde, de Karl
Ove Knausgård: "Cerré los ojos y caí dentro de una suave luz interior".
Cuando unas pocas palabras entran de los ojos al alma produciéndote una dulce
sensación de bienestar en todo el cuerpo. Cuando las leí apagué la luz, cerré
los ojos y dejé que las palabras se derramaran por mi interior como un bálsamo
benefactor. Dichosas las palabras que llegan a nosotros para traernos un
pocillo de felicidad, que llegan suscitando la memoria de un rato en que fuimos
felices en el solo acto de cerrar los ojos y dejarnos llevar por la suave luz
interior que nos recorría de arriba a abajo. Por cierto que este señor,
monsieur Daniel Pennac tiene alumbres de fugaz sabiduría que amo con devoción;
en cualquier rincón de sus novelas uno puede encontrarse inesperadamente una
improvisada perla. Habla Pennac de gente que conoció, de amigos muertos o vivos,
de familiares "y de todos los demás que se sentirían muy sorprendidos si
supieran, en su hipotética eternidad, que su recuerdo me forja, cada día, una
aceptable razón de ser". Nunca sabremos cuánto y cuan profundamente
podemos llegar a estar en el corazón de la gente, viene a decir Pennac.
Y en esto estoy cuando recuerdo otro pasaje de este escritor
francés pocas páginas más adelante en el mismo libro, algo que retrata mi nefasta
memoria y que debía de haber recogido hace días en algo que escribí sobre el
asunto: "Mis recuerdos más frescos son oscuros; diez veces en mi vida he
descubierto el mismo cuadro en el mismo museo, el mismo paisaje tras la misma
curva, como si nunca los hubiera visto. Apenas vividos, los acontecimientos
desaparecen de mi pantalla, y las páginas leídas, y la mayoría de las películas,
y los tragos de buen vino, como si un atento olvido velase por mantener mi
nivel de incultura. Los rostros y los nombre se disuelven en mí demasiado
pronto, mis contemporáneos me dejan impresiones vagas y profundas a la vez,
como tatuajes en tinta diluida". Bendita desmemoria que deja sin embargo,
eso sí, vagas y profundas impresiones de las lecturas, de la vida sin que uno
sepa muy bien de dónde vienen y en qué momento se forjaron esos instantes de
emoción que todavía vibran en los aledaños de nuestra alma.
Y ya que con los libros topamos no me queda más remedio que
hacer alusión a un comentario que vi esta mañana en el muro del amigo X, en
relación al clásico Rebelión en la granja,
de Orwells y que tiene que ver con una tercera anotación que reflejaba mi teléfono.
Mi nota decía esto: "Hay tres tipos de personas en el mundo, los que
quieren cambiarlo sustituyéndolo por uno más justo, los que quieren que la
cosas sigan como hasta ahora porque la vida les va de puta madre así y, por último,
aquellos cuya finalidad en la vida parece consistir en hacer mofa de todo
aquello que tenga cierto aire remedio social o político". Bien, bajo la
noticia en que Carolina Bescansa comentaba los últimos resultados de las
encuestas del CIS, allí, alguien, que decía no gustar la ambigüedad de Carolina
Bescansa y que con pretendido tono jocoso quería encontrar similitudes entre
el cerdito Napoleón de la novela Orwells y el señor de la coleta, como tantos
en Facebook y Twitter, queriendo hacer alarde de gracia lo que ponía en
evidencia es esa faceta de este tercer grupo de personas que circulan por las
redes que, acaso sin saberlo ellos mismos, queriendo hacer chascarrillos de
todo lo que se encuentran por delante, o deseando desprestigiar a formaciones políticas
que están empezando a hacer peligrar a los aprovechados de siempre, lo único
que hacen es eso, hacerles el juego a éstos mismos, a todo ese facherío que
despauperiza el país y que de dejarlos van a privatizar para sus amigos hasta
el aire que respiramos. Entiendo mal que gente de a pie que se gana la vida, los pocos que pueden hacerlo, con su trabajo, les siga haciendo el juego a la derecha con esta
clase de discurso.
Sigo con mis anotaciones del telefonillo. La última es una
cita de Max Frisch, se encuentra en su novela Mi o el viaje a Pekín, allí sobre el fondo amarillo de mi app donde
suelo escribir, decía: "El
anhelo es lo mejor que tenemos". A estas alturas de mi escritura no puedo
irme por peteneras y referir esto a algo ajeno al contexto de estas líneas. Es
obvio que el hombre o la mujer nos movemos impelidos por los anhelos que los días
van sembrando en nuestras almas; si no hubiera anhelos, deseos, ganas de, estaríamos
perdidos, no es el hombre un ser que pueda alimentarse de la nada blanca que
imaginaba Saramago en su novela. El anhelo y la esperanza forma parte
consustancial del hombre. Y si no, ¿qué coño significa toda esa barahúnda de
gente abarrotando las calles de Madrid desde Cibeles a Sol el pasado treinta y
uno de enero? ¿Y si no, qué leches significa que en el corto periodo de un año
el panorama político del país se haya transformado tan rotundamente? ¿Qué es
eso sino anhelo, puro anhelo de justicia, de cambio, de esperanza de un mundo
mejor? Ya pueden venir los agoreros y los listillos de siempre a querer aguarnos
nuestra esperanza que no hay tu tía. La llama ha prendido sobre la antorcha y
lo único que queda es seguir trasportándola a ritmo de maratón de pueblo en
pueblo, de ciudad en ciudad para hacer posible que la democracia vuelva al
pueblo después de tantos años de secuestro.
Por último mi teléfono registra dos palabras entre interrogantes. Éstas son: "¿Rodrigo Rato?". Las escribí esta mañana después de leer
una noticia en El Mundo en la que se daba cuenta de la asistencia de este señor
a un cursillo. Ésta es la presentación de la noticia: "Rodrigo Rato se
apunta a un curso de voluntariado en un comedor social de las Hijas de la
Caridad". "Fue visto ayer jueves saliendo de un curso de voluntariado
social en el Proyecto Integral San Vicente de Paúl de Madrid, una iniciativa
que, sólo en su labor de comedor social, alimenta a 450 personas cada día".
Para los jocosos de siempre, tanto de un extremo como de otro, esto puede
representar una parida, un numerito de
circo, pero a un servidor, que tiene acaso mucho de ingenuo, esta noticia le tocó
un tanto, el ala de la paloma de la emoción rozó suavemente mi ánimo. ¿Y si
fuera verdad? ¿Y si fuera verdad, como anunciaba Louis-Ferdinand Céline que en
fondo de todo cabrón, en el fondo de todos nosotros, vive siempre un hombre
bueno capaz de asumir sus errores y cambiar? Sí, no hay nada que pudiera
joderme más en la vida que ser un descreído de todo, prefiero seguir siendo
moderamente ingenuo.
Gallego & Rey |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios