El Chorrillo, 16 de
febrero de 2015
También podría titular este texto Almendros en flor, esa primavera que se está gestando en el país y que como savia refrescante ha empezado a recorrernos el cuerpo de bondadosa borrachera de esperanza. Para mí que nunca se ha visto desde la muerte de Franco una
España tan viva y discutidora como la que encontramos estos días en los medios
y en la vida social en general; alguien echa un globo sonda, un trozo de carne
en el corro mediático y de repente todo el mundo se revoluciona, por las venas
del twitter corre la sangre, en Facebook los compartir son miles, las teles se
llenan de forma parecida a como lo hiciera el vecineo en la fila de la
carnicería del mercado, de rumores, contrarrumores, discusiones de sordos y alguna que otra puñalada trapera. Todo hierve y, como vivimos en un país donde la
inteligencia general no es un bien muy apreciado, sustituimos los argumentos
por las mentiras, los bulos o los escupitajos en la cara. El circo está montado, sin embargo lo que si está claro es que este año no es el tiempo aquel de Machado cuando
hablaba de la España que bosteza. Hoy es imposible una España que bosteza, las
cosas se han polarizado hasta tal punto que ya no hay dos España, mejor, sí las
hay, pero de distinto cariz; hoy esas dos España la representan los
simpatizantes de Podemos y los fervientes antagonistas de estos. España se ha
dividido en dos: Los partidarios de Podemos y sus acérrimos detractores, los Anti-Podemos.
Duermo mal estos días, la sangre que corre calentando el
humus sobre los pies de pueblos y ciudades de nuestra tierra me ha tocado con
su mano de nieve y ahora mi sistema nervioso se inquieta. "¡Cuánta nota
dormía en sus cuerdas/ como el pájaro duerme en las ramas,/ esperando la mano
de nieve/ que sabe arrancarlas!" La España que bostezaba adormilada bajo
el palio de los socialistas y los peperos desde hace décadas, como pájaro
dormido en las ramas, de repente empieza a despertarse y a paso corto
pero constante, como en el cuento de Perrault, la Bella Durmiente despierta con
el beso de los aires democráticos que atraviesa las plazas de España; el
Príncipe Azul logra con el calor de sus labios sacar del mortal sopor a su
princesa, al pueblo adormecido al que ha secuestro la prensa amarilla, los
partidos color limón, los sindicatos sin chicha ni limoná, el dinero de los
bancos controlando los hilos de la marioneta gubernamental. El beso del
Príncipe Azul, el sentido común, el clamor de justicia, la sensación de que el
país no es una propiedad privada de algunos, que parecía que aceptábamos sin
rechistar desde décadas atrás, de golpe se ha hecho con la calle y ha
convertido su sueño en fervor de cambio bajo el estandarte de unos chicos y chicas que tuvieron la oportunidad y la inteligencia de encauzar la
indignación y la desazón en herramienta política.
No, ya no somos una España que bosteza, quizás por eso estoy
nervioso, quizás por eso ahora algunos días cuando me despierto permanezco en
la cama largo tiempo con los ojos entornados bañándome en la dulce
contemplación de una esperanza. Ratos de meditación, recreo, momento fértil en
que los pensamientos, salidos del sueño como flores de almendro en mitad del
invierno, alegran el principio del día con la fragilidad de sus delicados pétalos
rosimalvas. Sensación de primavera, aunque sea una primavera un tanto praguense
en donde los cañones y el fuego mediático empieza a arreciar sobre nuestras
cabezas llenando el horizonte con el excrementos que sus cuerpos, ahítos de
miedo, expelen malolientes a través de esos ridículos traseros que son la
prensa al servicio del dinero y de la derecha a punto de ser noqueada. Huele a pies y a
excremento en los medios, y como alternativa los Indas hacen su agosto entre
las filas de los débiles mentales; las cortinas de humo para esconder los
desmanes y la corrupción de la casta crecen por todo el país de la mano de los
medios de comunicación conchabados como siempre con los que les dan de comer;
pero, amigo, las encuestas siguen cantando escandalosamente que el tiempo se
les está acabando, lo que les llena de terror y hace que el calibre de las
municiones aumente y ya no sea necesario andarse con chiquitas escondiendo el
titular de un periódico bajo la farsa de ser un medio de comunicación; la
prensa saca la cabeza convertida en instrumento de propaganda, herramienta
bélica en manos de los de arriba destinada a seguir convenciendo a los ingenuos
de que sigan votando a los de siempre. Fútbol y toros, y cuando esto
falle humo, basura, cualquier cosa para poder seguir viviendo de la sopa boba.
España ya no bosteza, España ha empezado a tomar partido,
como cantaba Paco Ibáñez en los gloriosos años del final de la Dictadura.
Las calles se han llenado de ilusión y esperanza y ahora queda remangarse y
ponerse manos a la obra para despertar a los que todavía duermen. El susurro de
las palabras de Gramsci suenan así: "Odio a los indiferentes. Vivir
significa tomar partido. Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no
tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es
vida. La indiferencia es el peso muerto de la historia".
En los alrededores de mi casa los almendros se preparan para
emerger sobre el campo y cubrirlo de la nieve de sus pétalos. Algo parecido
está sucediendo en España donde los bostezos han sido sustituidos por el calor
humano llenando las calles de la alegría de compartir con miles de ciudadanos
un proyecto. No, realmente ya no somos una España que bosteza.
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